miércoles, 6 de marzo de 2013

PAISAJES APOCALÍPTICOS: Estética de la desolación (QY Bazo)

A finales del XVIII, Kant aborda un concepto crucial en la estética: lo sublime. Para Kant, lo sublime es "lo absolutamente grande", es decir, aquello que sobrepasa al espectador causándole una sensación de displacer ante una contemplación acongojante (y acojonante) de algo cuya mesura sobrepasa nuestras capacidades. Si lo bello es una tranquila contemplación, lo sublime va a ser una experiencia que nos agita, que remueve nuestro espíritu, que nos causa terror. Y es que lo sublime son experiencias que nacen en aquello que es temible. Lo que te atrae y te da miedo. Estas experiencias desmesuradas se dan, para el filósofo, únicamente en la naturaleza, pero desvelan ya algo muy propio del ser humano: su atracción por el "horror deleitable".


Paisajes desolados, ruinas de otras épocas, cementerios, noches lúgubres, naturaleza desatada. Estos son los lugares que ocuparán la pulsión artística de los románticos del XIX. Ya en un post anterior apuntamos que el espectador del XX (y por extensión del XXI) es una continuación del espectador romántico. De sus premisas estéticas ha surgido todo un repertorio iconográfico y temático que ha pasado a formar parte de nuestro imaginario colectivo, de nuestra cultura popular. Lo único que ha evolucionado es el soporte, el formato, pero las imágenes siguen ahí. De los paisajes desolados de Friedrich, en donde el hombre queda empequeñecido ante la fuerza de la naturaleza, no es difícil rastrear el camino que conduce a todo el catálogo de "disaster movies" que cada año especulan con todo tipo de finales apocalípticos, en los que la naturaleza nos borra del mapa.







De hecho, los pintores románticos como Blake, Füseli, Géricault elaboraron todo un catálogo de situaciones e imágenes que se han convertido en lugares comunes a la hora de reflejar y transmitir sensaciones como el miedo, la soledad, lo alucinado.

Por ejemplo, un fenómeno atmósférico como la niebla se ha convertido desde cuadros como "El Caminante sobre un mar de nubes" en una imagen enormemente poderosa para evocar la soledad, la indefensión ante una naturaleza que nos envuelve, nos supera. ¿Cuántas veces la niebla se ha convertido en protagonista indiscutible en las películas de terror? Presencia amenazante, incapacitadora... a veces incluso con voluntad propia, la niebla se ha convertido por derecho propio en ingrediente fundamental del género de terror.














O qué decir de la atracción por un concepto tan romántico como el de las "ruinas". Toda una galería de imágenes que refleja nuestra fascinación por la destrucción y que se ha convertido también en lugar común de videojuegos, cómics, novelas, películas y demás manifestaciones del género apocalíptico.


Todas estas imágenes son las que nutren, obviamente, el imaginario de nuestra obra. Partimos de todos estos lugares comunes del género para conformar nuestra propia mirada hacia la estética de la desolación. En Última transmisión hemos trabajado con la idea de hacer una historia que explorase esa cercanía entre el horror y su deleite, ese estar entre lo que nos atrae y lo que nos da miedo. Más allá del bien y del mal. La Zona 0 de la ética y la moral. Pero nos encontrábamos con un problema, o más bien, un condicionante que superar: ¿cómo visualizamos ese mundo si todo ocurre dentro de un sótano? Y ahí fue cuando dimos con la palabra clave: sugerir. Como dice José Sanchis Sinisterra, en teatro no tendremos los presupuestos ni los efectos especiales del cine... pero por suerte tenemos la extraescena. Y con ella podemos evocar todo un mundo.Un mundo nuevo, humeante, lleno de escombros. Un mundo en el que solo es posible sobrevivir. Es a partir de aquí donde proponemos, tanto desde la dramaturgia como desde la puesta en escena, un juego con el público. En el que le animamos a que se convierta en co-creador de la obra rellenando con su imaginación los huecos en donde se esbozan, se insinúan, esos paisajes apocalíptcos que habitan Última transmisión. Son pinceladas que se cuelan en el habla de los personajes, en los sonidos que llegan del exterior, en los pasajes que emergen del diario de Marconi, de entre la estática de la radio... pinceladas que se van sumando en la mente del receptor para que juegue con ellas, para que las utilice para dibujar sus propios paisajes; de esta forma, al diseminar en la obra estas "migajas" de información, el espectador, ayudado por ese bagaje audiovisual que compartimos, completa los huecos y elabora su propia visión del apocalipsis que hay más allá del sótano.



1 comentario:

  1. Este proyecto, lo conozco bien, tuve la oportunidad de ver una muestra, y creo que promete... y mucho... por mi parte toda la receptividad para asistir cuando sea preciso... soy un receptor ideal de este proyecto

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