sábado, 23 de febrero de 2013

Dante y el ecuador del proceso de investigación.

Con el octavo ensayo llegamos al ecuador del proceso de investigación escénica.
Hoy hemos debatido sobre el camino del trabajo realizado hasta el momento. Como siempre en los procesos teatrales surgen dudas, incertidumbres, vacilaciones que nos conducen a un interesante debate sobre la metodología seguida y sobre el estilo empleado. 
Aclarar conceptos, analizar los vericuetos del sendero seguido, resulta muy útil en estos momentos en los que nos encontramos en la mitad del camino. 
Me vienen a la memoria las palabras con las que Dante comienza su "Divina Comedia":
                        Aquí, en la mitad de mi vida, me adentro por una senda oscura. Casualmente me encuentro donde antes muchos encontraron consuelo o desasosiego, donde otros muchos no pudieron hallar sosiego en las palabras. Es un extraño camino, y el bosque se cierra ante mis ojos. Aparece ante mí el que fue guía en mis primeros tiempos, y aquel al que traté de emular.

Es curioso que este proceso de revisión, duda y cuestionamiento personal se instale en nosotros provocando en la vida eso que se denomina como "crisis de la mediana edad" y se reproduzca también en los procesos creativos.
El haber vivido ya muchos de estos momentos en otros proyectos te hace relativizar su importancia sísmica para intentar sacar de ellos sus jugos vitales. Aquellos néctares que te dan fuerza para seguir adelante después de revisar tu juvenil periodo inicial y adentrarte en la madurez final con la que concluirás el proceso creativo que representa cada proyecto. Luego los resultados alcanzados serán mejores o peores, dependiendo de muchos factores, incluidos los errores del camino elegido. 
Quizás sea ese miedo a los resultados, lo que más nos atenaza. El miedo al fracaso nos inhibe hasta el punto que nos puede bloquear. Si acabamos obsesionándonos y especulando con los resultados el proceso creativo se puede convertir en una tortura que termina por secar las fuentes de la inventiva y la imaginación. Algo, que como todos comprenderéis, les sucede a muchas personas cuando pasan de los cuarenta años: se hacen "adultos", "por fin se asientan en la vida" o "se integran en la sociedad como auténticas personas maduras y responsables". Es decir, huyendo del miedo al fracaso, a la muerte que ya se intuye, uno muere por dentro agostando sus verdaderas dotes para aproximarse al triunfo que nos otorga nuestra posición mas "socializada" y "regularizada".





Cuando creamos, cuando deseamos dotar a la ficción de inventiva, personalidad e ingenio debemos tener muy claro que muchas veces lo que brota de nuestra mente especulativa está muerto. Algo que suele producirse por no escuchar a lo que vive en nosotros y brota de ese fondo misterioso, que a falta de un término mejor llamaré "yo autentico". 
Ese fondo misterioso es con el que deseamos llenar el espacio vacío que nos otorga el teatro. Para mi hacer teatro consiste en revelar las falsas ilusiones con las que nos quieren imbuir. Se basa en descubrir y asombrarse ante la realidad. Por ello tenemos que proyectar en el espacio vacío que nos da el teatro una revelación que nos sirva para desvelar las falsedades impuestas y las marionetas ilusorias que nos rodean. Con nuestra ficción queremos desenmascarar. Limpiar nuestro interior.
Por desgracia hay mucho teatro domesticado. Anulado. Se adaptan y pliegan a la falta de exigencia y de crítica. Siendo "buenos chicos" reciben su aguinaldo. Tienen su público, claro. Hay muchos espectadores a los que les asusta el escenario vacío, a los que les da la impresión de que se aburrirán en esa desolación. Pero ese vacío constituye nuestra más profunda identidad, que no es otra cosa que pura capacidad de acogida. 
En esta fase intermedia me parecen pertinentes estas reflexiones. Intuimos a dónde queremos llegar. No nos dejamos cegar por los resultados a todo trance. Dialogamos, estamos abiertos a numerosas posibilidades para seguir cuestionando la vida de la escena, de nuestros personajes, de nosotros mismos.
Aquí y ahora, acogemos, nos cuestionamos, avanzamos, sonreímos. 



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