martes, 26 de febrero de 2013

PAISAJES APOCALÍPTICOS: Sumando lenguajes (QY Bazo)






Nuestra última visita al sótano nos ha provocado una reflexión que nos apetecía compartir en este blog, y tiene que ver con un aspecto que ya apuntamos someramente en un post anterior. Nos referimos a un proceso tan delicado como fundamental para la obra: la puesta en escena. Como dramaturgos, ésta es una etapa a la que nos enfrentamos con emoción... y cierto respeto. Si tienes suerte, y hay sintonía con el director y el resto del equipo, la puesta en escena se convierte en una suma de esfuerzos que enriquecen la concepción inicial del texto que se tiene en la cabeza durante la escritura; si no... Ya durante el laboratorio EN BLANCO, tanto nuestro director Agapito Martínez, como nuestros actores Ramiro Melgar y María Antón, nos hicieron sentir en una sintonía tal que fue crucial a la hora de replantear muchos de los pasos en la escritura del texto. Pero ahora llegaba el momento de contrastarlo de verdad. Y de nuevo el sótano no ha hecho sino regalarnos gratas sorpresas. Acabamos de pasar el ecuador del laboratorio ESPACIO VACÍO y, tras asistir a un nuevo pase de las cinco primeras escenas de la obra, comprobamos que esa sintonía inicial no solo se mantiene, sino que ha crecido, es total. Bajo la batuta de Agapito, María, Ramiro y Juanje han enriquecido nuestro texto sumando capas de sentido, códigos y lenguajes que no solo hacen reverberar aspectos que considerábamos fundamentales en la obra, sino también abriendo otros enfoques que ni nos imaginábamos. Podríamos hablar sobre la luz, el sonido, el modo de expresión verbal que están utilizando... pero hoy queremos centrarnos en particular en el lenguaje físico de los personajes; o mejor aún: en la forma en que los personajes se mueven y habitan ese espacio en el que están confinados.



Durante la escritura teníamos claro que el espacio (el sótano) era un factor determinante en la conducta de los personajes. De hecho buscamos formas que, desde el texto, explorasen la posibilidad de reflejar el paso del tiempo, como las rutinas físicas que ÉL realiza para conjurar el aburrimiento, la soledad y la lucha contra la locura. Intuíamos que la forma de moverse por el espacio de ambos personajes era una forma de reflejar su evolución (o involución) interna. Pero se quedaba en eso, intuiciones. El trabajo de Agapito, Ramiro y María ha ido mucho más allá y han propuesto usos corporales y espaciales que nos han sorprendido y emocionado.

ÉL (Ramiro)
Desde el principio queríamos construír un personaje que moviese a la empatía del espectador, que fuese identificable por el público de forma que éste se pusiese en su papel y se preguntase "¿Qué haría yo en su lugar?". Por eso queríamos dar forma a un personaje que fuese vulnerable, que estuviese contínuamente superado por las circunstancias... vamos, un "pringao" con el que identificarnos al principio de la historia. A partir de ese enfoque, queríamos iniciar un viaje en el que el personaje fuese opacándose, oscureciéndose para revelar a lo que ha tenido que renuciar con tal de sobrevivir un día más. Y aquí es donde entra Agapito con su mazo. Inicialmente concebíamos un personaje muy naturalista, expansivo, que movía a la empatía desde un reconocimiento muy cercano por el público para, a continuación, ir quitándole capas escena a escena. Pero el mazo de Agapito rompió esa imagen y nos propuso una mucho más sugerente y enriquecedora.
El ÉL que construye Ramiro mueve a la empatía y provoca esa misma sensación de vulnearbilidad desde un planteamiento totalmente diferente. Un planteamiento que comparte rasgos del clown y de los personajes beckettianos. A ver si nos explicamos. Tomemos como ejemplo los personajes de Final de partida o Días Felices. Son personajes que evolucionan de forma decreciente (perdiendo lenguaje, gestualidad, capacidad comunicativa, autonomía, memoria), en una especie de progresividad "negativa". Este enfoque es el que propone Agapito para la construcción de ÉL. Y aquí es donde llegan los matices que van más allá de la propuesta beckettiana. A diferencia de los personajes de Beckett, nuestro ÉL no es forzado a salir de su estado incial de "estasis" (como Winnie al principio de Días Felices, que es obligada a la acción por el insistente "ring" que suena); desde el primer instante, ÉL entra en el sótano muy activo, cargado de energía en forma de acciones con las que busca habitar ese espacio. Ahí vemos al clown en la cúspide de su acción: 

sus gestos, sus rituales obsesivos, su forma de andar encorvada, cauta, con pasitos cortos y temerosos... nos hablan de un personaje frágil, en peligro, superado... moviéndonos a la empatía desde un tono próximo a lo cómico que nunca imaginamos. Pero a partir de ese momento inicial, el viaje de ÉL, al igual que los personajes beckettianos, le va a pauperizar progresivamente, a quitarle la energía, a reducirle prácticamente a una "cosa"  sin voluntad, las consecuencias de los sacrificios de su humanidad con tal de sobrevivir. El resultado de todo este trabajo está dando unos frutos muy interesantes que estamos deseando contrastar con el público.

ELLA (María)
Si con el personaje de Ramiro teníamos bastante claro, al menos, los puntos de partida, a María no se lo pusimos nada fácil con el suyo. ELLA era un personaje brumoso, una sospecha más que una certeza dentro de nuestro esquema. Sabíamos que era una presencia que se materializaba en el sótano, quizá por voluntad del propio ÉL. Pero por lo demás era tan fantasmal para nosotros como para nuestro protagonista. Simplemente se nos escapaba... hasta que María lo convocó. Ya desde el laboratorio EN BLANCO, María planteó una serie de preguntas que fueron claves para abrir un proceso de investigación que ella misma terminó de dar forma con su cuerpo. Y no solo nos referimos al hecho de habitar las palabras que habíamos escrito para ELLA, sino que también la hizo corporizarse desde la estática de la radio. Si el personaje de ÉL sigue una espiral decreciente, el de ELLA hace un viaje inverso; conforme ÉL va desdibujándose, perdiendo capa a capa, ella va corporizándose, haciéndose cada vez más real y presente en el sótano. Obviamente intentamos reflejar este proceso mediante su forma de hablar, de expresarse... pero María nos hizo ver con su trabajo que se nos escapaba otro lenguaje vital para ver esa progresión del personaje: ¿Cómo se corporiza ese personaje? ¿Cómo transmitir mediante el lenguaje corporal que ese personaje es convocado desde la nada? ¿Que es forzado a materializarse? Y a partir de ahí, Agapito y María han trabajado un personaje que transmite la extrañeza del descubrimiento de su propio cuerpo, de su existencia convocada forzosamente, que es obligada a estar allí por culpa de ÉL. Por otro lado, éste personaje tiene una relación simbólica y física con la radio. ELLA es la radio. Y eso también debía reflejarse en el lenguaje corporal. Un lenguaje antinatural... eléctrico. Como reflexión todo esto es muy bonito. Pero luego lo vimos en escena y fue increíble. Increíble y espeluznante. Llegamos a la escena quinta, el momento en el que por fin ELLA se materializa en el escenario... y es sencillamente electrizante. Con cada movimiento, con cada espasmo, contorsión, María crea un lenguaje corporal que nos agita como espectadores, nos remueve. Y aterra. Quizá por eso lo que nos vino a la cabeza fue esta escena.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario